Aghardi es el nombre de un lugar mítico, un reino oculto
bajo las profundidades del Tíbet. Alude a una gran civilización de origen
extraterrestre que habría devenido en intraterrestre. Es un mito relacionado
con aquel de la Tierra Hueca. Según él, nuestro planeta contendría en su
interior un buen número de pasajes, túneles, pasadizos secretos que comunican
diferentes zonas intercontinentales de Asia y América y hasta de los Polos.
Aghardi, o Agharti, o Agharta, igual que Shambhala, nombran
sitios imaginarios acaso habitados por gigantes. Los fundamentos arqueológicos
de estas hipótesis (las Líneas de Nazca, p. e. http://es.wikipedia.org/wiki/L%C3%ADneas_de_Nazca ) no encuentran apoyo científico y forman parte más bien de la
pesudoarqueología. Sirven de alimento al esoterismo, las ciencias ocultas, la
astrología, la teosofía, la pseudociencia popular.
Aghardi es el título, también, de un cómic de Enric
Sió (1942-1998) publicado en 1970 por la revista italiana Linus. Obtuvo el
premio del Salone Internazionale dei Comics de Lucca en 1969.
27.05.2013
Aunque yo diría que ni el interés ni la importancia de
Aghardi en la historia del cómic español radican en su argumento.
Hay que situarse en la época de su producción, finales de
los sesenta pasados, y recordar que algunos grandes éxitos del momento como los
libros El retorno de los brujos (1970, cuyo subtítulo era Una
introducción al realismo fantástico), de Louis Pauwels y Jacques Bergier y
Recuerdos del futuro (1968), de Erik Von Däniken, junto con la película
2001: Una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, crearon un
ambiente y tuvieron unos efectos espectaculares en el imaginario colectivo de
entonces. La pseudociencia, la ficción científica, el realismo fantástico y las
esoterías se daban de la mano y favorecían motivos, ideas y argumentos para
creaciones culturales diversas.
Con ese caldo de cultivo y sin dejar de lado un excelente
trabajo de documentación al respecto, Enric Sió fue capaz de bordar un cómic
que permanece en nuestra retina independientemente de la seriedad que tenga o
no la historieta contada. Son otros los valores de Aghardi. En
particular, sobresale la innovación estilística y formal de sus páginas, un
tanto a lo Guido Crepax.
También es remarcable el uso inteligente de la fotografía
por parte de Enric Sió. Es este un aspecto de la obra de Sió que ha sido
duramente criticado por algunos, reduciendo irónicamente el arte de este
dibujante al manejo de la ampliadora. A mí me parece injusta esa apreciación.
Los dibujantes de tebeos utilizan a menudo las fotografías para documentar sus
viñetas. En el caso de Sió, además, eran en buen número fotografías propias,
realizadas por él. Lo que pasa es que en lugar de disfrazar u ocultar el origen
fotográfico de tantas de sus viñetas, prefería insertarlas como tales, aunque
calcadas, en composiciones visuales de tremenda originalidad y sumamente
innovadoras entonces.
También cabe destacar en Aghardi el ingenio con que
Enric Sió combina en su historia el mundo exterior con el mundo interior. Puede
ser que los extraterrestres, si es que existen, permanezcan en el planeta como
intraterrestres. En cualquier caso, están dentro de cada uno de nosotros,
parece sugerirnos Sió en Aghardi.
27.05.2013
Más de diez años antes de que Madrid brillase con las luces
de neón de la Movida (tras el movimiento franquista vino la movida madrileña),
la efervescencia cultural de España se encontraba en Barcelona. A pesar del
gris oficial dominante por entonces en nuestro país, fue en esta ciudad
catalana donde se respiraron primeramente los nuevos aires de cambio que la
generación nacida en los años cuarenta iba a abanderar en todos los órdenes de
la vida cultural y social de Occidente.
En realidad, allí, en la entonces llamada Ciudad Condal, se
recogían los ecos de Berkeley, de San Francisco y de Nueva York; los efluvios
del mayo francés; las veleidades del pop londinense; la experimentación de las
nuevas cinematografías que surgieron a ambos lados del Atlántico; el
freudomarxismo de Herbert Marcuse; las ansias de revuelta y de liberación
personal que se extendían por todas partes; la modernidad impulsada por un
desarrollo científico-técnico desconocido hasta entonces; la abierta transgresión
de los límites de la experiencia y de la percepción; la joie de vivre,
en definitiva, de una nueva generación que acaso cambió el mundo o que sin
complejos lo pretendió.
Todo ello, filtrado por las especiales circunstancias de un
país sometido, animó la emergencia de fenómenos tales como la Escuela de Cine
de Barcelona, la denominada gauche divine, la
generación poética de "los Novísimos" que rompió con el realismo
social anterior, la nova cançó, el redescubrimiento de la
mediterraneidad, la efervescencia editorial de firmas como Tusquets y Barral...
Era un mundo abigarrado de escritores, artistas, bohemios, cantantes,
cineastas, ilustradores, poetas, gentes de la noche, vitalistas. Unos más o
menos apocalípticos, otros más o menos integrados.
Fue ese el ambiente en que se insertaron la vida y la obra
de Enric Sió.
Y es todo ese mundo el que se percibe en las páginas y
viñetas de este autor.
En consonancia con los nuevos movimientos estéticos y
narrativos del momento, Sió dejó de lado el discurso lineal en sus relatos. De
igual modo, la presencia del cine de Godard y de Antonioni es visible en los
montajes de sus viñetas. Fue un renovador que elevó el cómic de un modo
personalísimo a la altura de los mejores creadores del medio.
Aghardi, reeditado recientemente, es una buena prueba
de lo que digo. Espero que pronto podamos acceder a otros títulos
(Mara, Lavinia 2016) de Enric Sió.
Queda la duda acerca de si la pretensión de ser
absolutamente moderno, como predicaba Rimbaud al final de Una temporada en
el infierno, y que Enric Sió recogió en el conjunto de su obra, sobrevive
en estos tiempos de achatada inmanencia en que nos desenvolvemos.
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