Buena parte de la nueva generación de historietistas que
irrumpió en España a comienzos de los años ochenta pasados incorporaba esa
combinación de underground y línea clara que veíamos en Swarte.
En 1979 Jean-François Lyotard había publicado un libro
crucial: La condición postmoderna. El fin de los relatos y metarrelatos
de la modernidad parecía dejar libre un espacio para el eclecticismo en el
pensamiento y en todas las artes.
También en el cómic y en el grafismo en general, las nuevas tendencias sugeridas por los
nuevos dibujantes, ilustradores y diseñadores se identificaron con aquella
postmodernidad.
Además, la situación política y social en España favorecía
la coincidencia entre los aires de renovación imperantes y las nuevas
tendencias estéticas.
Y en fin, la década de los ochenta, en particular su primer
lustro, marcó el boom editorial de las revistas de toda índole y el triunfo
comercial del cómic adulto. Hasta más de treinta títulos o cabeceras de
revistas de cómics llegaron a coexistir en los kioscos bien surtidos.
Aunque no todo era vanguardia en las revistas ochenteras de
cómics. El dibujo realista, magníficamente realizado por diferentes autores
españoles, encontró su apogeo en los tebeos de género, tan típicos de la época:
cómics de vampiros, de ciencia ficción, del oeste (western), de la serie
negra... Curiosamente, eran títulos en la mayoría de los casos procedentes de
editoriales extranjeras pero realizados por dibujantes españoles mediante el
sistema de agencias...
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