Lo increíble es la capacidad de Santiago Valenzuela para absorbernos con cada uno de sus cargados tebeos. Es el gran secreto de su arte. Anamnesis, su última entrega (y tal vez la penúltima de esta serie de Torrezno y el micromundo) así lo confirma de nuevo.
Anamnesis es también importante porque nos reafirma en la idea de que estamos ante una serie inmensa ―inmensa en extensión, pero también en intensión― cuya última ratio no es otra que la de manifestar un talentoso juego tebeil de Valenzuela.
Es un juego puramente wittgensteiniano, un juego de lenguaje logrado en al menos tres niveles: el de las imágenes, el de las palabras y el de la interacción entre unas y otras. Pero es también un juego que trasciende la famosa cuarta pared, que es la del lectoespectador, cuando este acepta las reglas que le imponen las representaciones de Valenzuela y decide, por su parte, jugar con ellas.
En este caso, según mi interpretación, la anamnesis del título no es otra que la del lector, pues lo cierto es que no hay otra cosa que interpretar en los tebeos de Valenzuela más que el conocimiento y los recuerdos depositados en las mentes de quienes acceden a tan juguetona obra.
Esperamos el siguiente volumen de esta saga.