Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

sábado, 10 de diciembre de 2022

Poder absoluto (de Galactus a El fuego)


Seré breve. Cuando tenía doce o trece años conocí gracias a los tacos de Vértice la historieta de Galactus y su heraldo (Estela Plateada entonces, Silver Surfer hoy). Fueron Stan Lee y Jack Kirby los artífices de esta saga de Los 4 Fantásticos (Fantastic Four hoy). Entonces conocí directamente lo que es el poder absoluto, ante el cual los mortales al uso nos encontramos indefensos. Nada es posible frente al poder de Galactus, así lo sentí. [Debo aclarar que para mí el poder, siguiendo en esto a John Locke, se mide por la capacidad que un cuerpo tiene para afectar o modificar a otro cuerpo]. Era demasiado joven, pero entendí el poder ―también― de la ficción para alterar la conciencia de los que acceden a ella.  


Hace poco recordé la historia de Galactus al leer Cosmic Detective, de Jeff Lemire, Matt Kindt y David Rubín. En él aparecen viajeros de las galaxias que se alimentan de planetas cuyos habitantes se encuentran en principio incapaces de responder al envite. (Ese es, por cierto, el mayor homenaje a Jack Kirby que yo encontré en Cosmic Detective, incluyendo el dibujo y el color de Rubín). 


La experiencia del poder absoluto, tal y como yo lo entiendo, me ha venido de nuevo al leer El fuego, esta vez de David Rubín como autor completo (de El héroe hablaremos otro día). ¿Qué pintamos los humanes ―como decía Jesús Mosterín― ante la real posibilidad de un impacto sobre el planeta Tierra de un meteorito cuyos parámetros son descomunales? 

Mientras solo sea una ficción, el poder absoluto es manejable siempre que dé pie para relatos y para el desarrollo de habilidades artísticas. Otra cosa es cuando se convierte en sustento de fantasías incontrolables y paranoias o psicosis de toda índole. Pero como ficción, el poder absoluto funciona. 


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