Estampas 1936 es una joya visual dibujada por Miguel Navia. Es también un ensayo narrativo escrito por Felipe Hernández Cava. Estampas 1936 es un cómic, una obra gráfica centrada en los primeros meses de una guerra que se encuentra todavía incrustada en el imaginario que sobrevuela entre nosotros y cuyo fantasma se agita en ocasiones entre las sombras de la realidad española. Ya lo dijo Gregorio Marañón, según atestigua la cita que precede a la última de las treinta y seis estampas que componen este álbum: «Las guerras civiles duran cien años». Las ilustraciones de Navia se trenzan en cada plancha con la literatura de Cava y con parsimonia, pero con rotundidad, van componiendo un relato que muestra, más que dice, la perspectiva de lo que se ha dado en llamar la Tercera España respecto a nuestra última guerra civil. Esta es la cuestión. O al menos, es aquella sobre la que ahora me apetece apuntar algo.
Para los lectores de Hernández Cava no es ninguna sorpresa encontrar en este libro la posición referida. La novedad estriba en que, en el epílogo del álbum, el autor se refiere específicamente a la denominación Tercera España. Y lo hace, con la lucidez que le caracteriza, diferenciando este enfoque de aquellos otros que se amagan bajo los paraguas de la neutralidad o de la equidistancia. En otros cómics guionizados por él (Las oscuras manos del olvido, Del Trastévere al Paraíso, por citar los dos anteriores), Cava ha ido dejando claro su alejamiento de las ideologías que deforman la realidad, que derivan en la producción de monstruos o, lo que es peor, que ven en la muerte un medio para imponer unos fines. Eso no significa pretender una ausencia de ideología, lo cual no es posible. Estar en contra de las ideologías es también una ideología de cierto tipo. La defensa de esta última, por tanto, no implica ser equidistante ni mucho menos neutral. Sí que implica, en cambio, una posición específica, tercera en el escenario guerracivilista en el que sucede el relato de Estampas 1936. La defensa de la bandera republicana, por ejemplo, prácticamente desaparecida en aquella guerra, entraña un cariz ideológico contrario por completo al bando fascista, pero a la vez no necesariamente identificable con las banderas rojas o rojinegras que acabaron dominando la escena en el bando leal. Véase la historia de Izquierda Republicana.
Exponer abiertamente esta perspectiva no carece de mérito ni de oportunidad. Son valores añadidos a la potencia visual y narrativa de esta obra.
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