
Camus irrumpió en la vida de Sartre el 3 de junio de 1943, día del estreno de Las moscas (uno de los dramas sartreanos), aunque los dos escritores filósofos ya se habían leído previamente. La relación entre ambos terminó en 1951 tras la publicación de El hombre rebelde, obra de Camus. Es una historia conocida. Aunque Camus rechazara que se le incluyese entre los existencialistas, lo cierto es que el existencialismo fue algo más que una filosofía de moda. Era un movimiento que trascendía la academia, un modo de estar en el mundo, un Zeitgeist que recorrió Europa, el estilo y la pátina de al menos una generación (Nada, la novela de Carmen Laforet del año 1945, es pura literatura existencialista). Sartre y Camus eran personajes públicos y famosos. Las diferencias entre los dos fueron también notorias. Cierto aire condescendiente por parte de Sartre (y de Beauvoir) respecto a Camus, condescendencia marcada por un orgullo filosófico, pero también de clase, terminó por arruinar la relación entre los dos intelectuales a raíz de la dura crítica que, a instancias de Sartre, escribió Francis Jeanson en la revista Les temps modernes a propósito de El hombre rebelde. Tanto el cómic de Ramadier y Depommier como el de Lenzini y Gnoni dan cuenta de esta ruptura. El segundo expone además el rechazo que la intelligentsia parisina expresó contra Camus. Sin embargo, el paso del tiempo parece que inclina la balanza en otro sentido... aunque nunca se sabe. La cosa podría quedar finalmente en tablas. O en el más cruel olvido.
Curiosamente, las diferencias bien patentes entre estos dos tebeos, entre sus respectivas facturas, reproducen estéticamente las diferencias más que ambientales que hay entre Sartre y Camus. Pero también reflejan la complementariedad que los une. Mario Vargas Llosa recogió en el título de uno de sus libros, Entre Sartre y Camus (1981), la situación que se presenta ante estos dos intelectuales del siglo pasado. Ellos mismos nos hablaron de la importancia y el valor de elegir. Pero la verdad es que algunos preferiríamos no tener que hacerlo, elegir entre uno u otro, o hacerlo solamente a ratos y según el momento.
Curiosamente, las diferencias bien patentes entre estos dos tebeos, entre sus respectivas facturas, reproducen estéticamente las diferencias más que ambientales que hay entre Sartre y Camus. Pero también reflejan la complementariedad que los une. Mario Vargas Llosa recogió en el título de uno de sus libros, Entre Sartre y Camus (1981), la situación que se presenta ante estos dos intelectuales del siglo pasado. Ellos mismos nos hablaron de la importancia y el valor de elegir. Pero la verdad es que algunos preferiríamos no tener que hacerlo, elegir entre uno u otro, o hacerlo solamente a ratos y según el momento.