Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

viernes, 5 de abril de 2019

Niño prodigio (All the Answers)

Niño prodigio es el título elegido para la versión española de All the Answers (2018), memoria gráfica de Michael Kupperman recientemente publicada aquí por Blackie Books. Pero si nos quedáramos con este título, y además tuviésemos en cuenta que, a manera de subtítulo, en la cubierta de la edición traducida  por Regina López Muñoz aparece la frase Mi padre, el genio de los concursos, podríamos obtener una impresión como mínimo limitada del alcance del tebeo de Kupperman. Pues aunque es cierto que este cómic trata acerca de Joel Kupperman ―padre del historietista― y de su experiencia como niño maravilloso del programa radiofónico ―y luego televisivo― Quiz Kids, así como de sus entresijos y entorno, Niño prodigio es también algo más. Desde una exploración analítica "en busca del padre perdido", pasando por una reconstitución existencial del autor, hasta un serio cuestionamiento del paradigma (neo)conductista asociado al american way of life instaurado en EE UU con ocasión de la segunda Guerra Mundial. Por decirlo de algún modo, Niño prodigio no es una mera versión en tebeo del tópico reflejado por ejemplo en la película de 1994 Quiz Show, dirigida por Robert Redford y estrenada aquí como El dilema.


La comunión establecida entre la ideología del éxito y el enfoque conductista, basado en la asociación de estímulos y respuestas (esquema E—R), es una realidad constatable en la versión oficial del "modelo de vida americano" imperante hasta al menos el final de los años sesenta del siglo pasado. En la vida, se nos dice, como en la guerra, el triunfo depende de hallar la respuesta adecuada, especialmente ante los estímulos aversivos. Es lo único que importa. La conducta entendida como un puro mecanismo de respuestas dadas a estímulos dados. Joel Kupperman, debido a sus circunstancias, fue un caso paradigmático de interiorización de dicho mecanismo y de adecuación al mismo. Una máquina de responder. Hasta que descubrió el tinglado ―el engaño― y se retiró del escenario público. Desempeñó su nueva tarea como profesor de filosofía y escritor de libros de ética y moral. Se casó y tuvo dos hijos. Sepultó su pasado, lo negó (en sentido freudiano), pero no lo sustituyó por un nuevo enfoque. Y eso tuvo, de algún modo, consecuencias en su vida familiar, en lo que afecta a la incapacidad para gestionar las emociones, tan propia del conductismo. Su hijo Michael plantea su cómic como una indagación, una búsqueda. Pero también como una superación del mero esquema E—R que condicionó sus relaciones con su padre. Todas las respuestas (All the Answers). Tal es el propósito existencial de esta búsqueda de Michael Kupperman. Una búsqueda del yo de su padre con respecto a él o, en otro sentido, de él mismo con respecto al yo de su padre.


La labor de desvelamiento analítico llevada a cabo por Kupperman en Niño prodigio es inseparable del desvelamiento de la época en que se inscribe la historia. Para esto último Kupperman se vale de una admirable capacidad de síntesis gráfica. Su autofiguración un tanto tintinesca le da cierta frescura a un relato cargado de aristas oscuras. Intentar comprender a tu padre es una buena manera de intentar comprenderte a ti mismo, aunque a veces duela. Es algo que pasa por la representación de una época, la paterna en este caso. Y al final uno comprende que su padre, ni héroe ni demonio, participó de las imposiciones y exigencias de su tiempo. Más o menos como nos ocurre a todos. La diferencia estriba en el modo de representación (y de asunción). En este respecto, está claro que el cómic es un medio más que válido, no solo de representación, sino también de asunción. Niño prodigio (All the Answers), de nuevo, nos lo confirma. 


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