Suele decirse que hay tres lunas. El astro en sí -satélite rocoso de la Tierra-; la luna subjetiva, privada -la que cada uno mira, imagina y sueña- y la luna que se muestra en los telescopios y en las pantallas. Y en sentido lato, las tres son reales (siendo el caso al cabo que no es una sola la luna ni son estas tres, sino muchas).
Josep Maria Blanco nos ofrece en su libro Barcelona de Blanco una versión de estas múltiples lunas, a propósito de la ciudad de Barcelona. Con lo cual, contemplando esta obra se multiplican las visiones de la capital layetana.
Blanco (Josep Maria Blanco Ibarz, n. 1926) es un dibujante que desarrolló su carrera como tal en la revista TBO. Refiriéndose a él en el libro 100 años de TBO (p. 260), escribe Antoni Guiral (la declaración de Blanco procede de una entrevista personal de Guiral con el dibujante):
Algunos años después del cierre de TBO, tuvo una idea que le permitió volver a la actividad profesional: "De hacer una historieta con muchas viñetas, pasé a hacer una viñeta con muchas historias, y todas ellas ambientadas en Barcelona"; así nació Barcelona de Blanco (Ediciones B, 1993), con unas espectaculares ilustraciones corales.
Una nueva edición de Barcelona de Blanco se publicó en 2017. A las veintiocho láminas de la edición de 1993, con textos de presentación de Josep M. Cadena, se le suman en la nueva otras trece, dando como resultado un álbum de cuarenta y un estampas de multitudes. Los textos de las láminas añadidas son de Antoni Guiral.
En este enlace [aquí] Carles Geli ofrece información detallada acerca de Barcelona de Blanco y de su creador. De cómo y por qué Blanco pasó de dibujar viñetas de un solo movimiento en TBO a emular las multitudes de Opisso con meticulosidad de entomólogo. Y del buen rollo de Blanco en su relación con Benejam. Ahí declara el propio Blanco refiriéndose a sus dibujos: "más que mirarlos, has de leerlos, porque se pueden perder muchos detalles".
Aplicando la metáfora de las múltiples lunas a este libro de Blanco, hay una pluralidad de visiones de Barcelona que convergen en él.
Está, enraizada en su propia geografía física (tierra, mar y aire), la Barcelona urbanizada y urbana, con su trazado de calles, plazas, avenidas, edificios y monumentos. Con su peculiar geografía humana, su población residente y migrante, su confluencia de tradiciones, su vitalidad.
Se encuentra también la Barcelona subjetiva, privada, íntima. La que uno conoce (o ha conocido) directamente y por referencia. La que se agazapa y pervive en las imágenes y recuerdos, las asociaciones mentales, la biografía en definitiva -personal, familiar y social- del lector o contemplador.
Los dibujos de Blanco dan cuenta asimismo de una Barcelona de postal... secuenciada. Para la confección de las láminas que componen el libro, el autor ha seleccionado treinta y siete localizaciones que desde cuarenta y un perspectivas (cinco de las láminas corresponden al Camp Nou) configuran las otras tantas estampas de que se compone Barcelona de Blanco. Muchos de los lugares más emblemáticos de Barcelona están recogidos aquí. Y también los más turísticos. Los que más suelen salir en los medios. Es muy llamativo el hecho de que en la mayoría de las láminas, entre tanta multitud, hasta en la cubierta del libro, Blanco dibuja personajes con una cámara, sea de fotografía, de vídeo o de televisión, incluso tal vez de cine. (Digo en la mayoría, porque en unas pocas de las láminas yo no he detectado ninguna cámara, lo cual no significa que no las haya, como tampoco estoy seguro de haber apreciado algún rodaje cinematográfico como tal. Y por cierto, esa ausencia de cámaras en los dibujos de Blanco me ha parecido hallarla en las estampas correspondientes a la Barcelona más íntima.) Los objetivos de estas muchas cámaras recogen imágenes que luego serán emitidas en informativos, documentales, publicidad, dispositivos particulares... (la tercera luna).
A estas visiones de Barcelona se añaden las que proyecta la cámara fotográfica que usa Blanco para preparar sus ilustraciones. Y también, cómo no, la mirada del autor que unifica el conjunto de cada lámina y le da vida con sus dibujos. Una mirada autoinclusiva, pues el propio Blanco se dibuja a sí mismo dibujando en sus láminas.
Finalmente se encuentran los ojos del fruidor, del lector, del contemplador. En mi caso, provisto de gafas, pero también de lupa con luz para no perder detalle de esta maravilla.
Hay, por tanto, una suma de lentes oculares y ópticas que, junto a las imágenes subjetivas de unos y otros, y junto a los dibujos del autor en definitiva, intervienen a la hora de configurar esas múltiples visiones que confluyen en Barcelona de Blanco y a las que se refiere esta entrada.
En este enlace [aquí] Carles Geli ofrece información detallada acerca de Barcelona de Blanco y de su creador. De cómo y por qué Blanco pasó de dibujar viñetas de un solo movimiento en TBO a emular las multitudes de Opisso con meticulosidad de entomólogo. Y del buen rollo de Blanco en su relación con Benejam. Ahí declara el propio Blanco refiriéndose a sus dibujos: "más que mirarlos, has de leerlos, porque se pueden perder muchos detalles".
Aplicando la metáfora de las múltiples lunas a este libro de Blanco, hay una pluralidad de visiones de Barcelona que convergen en él.
Está, enraizada en su propia geografía física (tierra, mar y aire), la Barcelona urbanizada y urbana, con su trazado de calles, plazas, avenidas, edificios y monumentos. Con su peculiar geografía humana, su población residente y migrante, su confluencia de tradiciones, su vitalidad.
Se encuentra también la Barcelona subjetiva, privada, íntima. La que uno conoce (o ha conocido) directamente y por referencia. La que se agazapa y pervive en las imágenes y recuerdos, las asociaciones mentales, la biografía en definitiva -personal, familiar y social- del lector o contemplador.
Los dibujos de Blanco dan cuenta asimismo de una Barcelona de postal... secuenciada. Para la confección de las láminas que componen el libro, el autor ha seleccionado treinta y siete localizaciones que desde cuarenta y un perspectivas (cinco de las láminas corresponden al Camp Nou) configuran las otras tantas estampas de que se compone Barcelona de Blanco. Muchos de los lugares más emblemáticos de Barcelona están recogidos aquí. Y también los más turísticos. Los que más suelen salir en los medios. Es muy llamativo el hecho de que en la mayoría de las láminas, entre tanta multitud, hasta en la cubierta del libro, Blanco dibuja personajes con una cámara, sea de fotografía, de vídeo o de televisión, incluso tal vez de cine. (Digo en la mayoría, porque en unas pocas de las láminas yo no he detectado ninguna cámara, lo cual no significa que no las haya, como tampoco estoy seguro de haber apreciado algún rodaje cinematográfico como tal. Y por cierto, esa ausencia de cámaras en los dibujos de Blanco me ha parecido hallarla en las estampas correspondientes a la Barcelona más íntima.) Los objetivos de estas muchas cámaras recogen imágenes que luego serán emitidas en informativos, documentales, publicidad, dispositivos particulares... (la tercera luna).
A estas visiones de Barcelona se añaden las que proyecta la cámara fotográfica que usa Blanco para preparar sus ilustraciones. Y también, cómo no, la mirada del autor que unifica el conjunto de cada lámina y le da vida con sus dibujos. Una mirada autoinclusiva, pues el propio Blanco se dibuja a sí mismo dibujando en sus láminas.
Finalmente se encuentran los ojos del fruidor, del lector, del contemplador. En mi caso, provisto de gafas, pero también de lupa con luz para no perder detalle de esta maravilla.
Hay, por tanto, una suma de lentes oculares y ópticas que, junto a las imágenes subjetivas de unos y otros, y junto a los dibujos del autor en definitiva, intervienen a la hora de configurar esas múltiples visiones que confluyen en Barcelona de Blanco y a las que se refiere esta entrada.
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