Hace unos días, en un artículo titulado "Cien años después" [aquí], el filósofo José Luis Pardo destacaba que la toma del Palacio de Invierno en Petrogrado y la exhibición en Nueva York del urinario La Fuente, atribuida a Marcel Duchamp, tuvieron lugar el mismo año, 1917. Además de sugerir jugosas analogías entre uno y otro fenómeno, Pardo advierte en su escrito que en 2017 hemos "pasado como de puntillas" sobre el centenario de aquella revolución política -la bolchevique- que prometía el final feliz de la historia universal.
Yo no estoy seguro de que, así a bulto, nos haya pasado inadvertido el centenario de la revolución comunista. Sí hemos visto que la 'inmensa fábrica de noticias' en que se han convertido los medios de información se ha limitado, como mucho, a ciertos apuntes sobre la efemérides y con escaso minutaje. Se diría que tales medios, los generalistas sobre todo, están más ocupados en transmitir una perpetua realidad efímera, evanescente, que en otra cosa... si bien esa aparente inmediatez estará seguramente mediatizada por los intereses de los que controlan los medios. Siempre habrá, como es natural, excepciones.
En el ámbito editorial, van saliendo publicaciones al socaire del centenario de la revolución de los soviets. Creo que es de celebrar, por ejemplo, la nueva edición en castellano de Ten Days That Shook the World (1919), de John Reed, un ya clásico traducido ahora por Íñigo Jáuregui bajo el título Diez días que sacudieron el mundo y con ilustraciones ad hoc de Fernando Vicente.
En el ámbito editorial, van saliendo publicaciones al socaire del centenario de la revolución de los soviets. Creo que es de celebrar, por ejemplo, la nueva edición en castellano de Ten Days That Shook the World (1919), de John Reed, un ya clásico traducido ahora por Íñigo Jáuregui bajo el título Diez días que sacudieron el mundo y con ilustraciones ad hoc de Fernando Vicente.
Por lo que a los cómics se refiere, motivo a fin de cuentas -o excusa- de este blog, es muy de resaltar el número Especial Revoluciones de la revista Tebeosfera, publicado en red con fecha 21/12/2017 [3ª época, nº 5; ver aquí]. El homenaje de Tebeosfera no se limita a la Revolución de Octubre. Para nada. El siglo XX está jalonado por tantas manifestaciones de ruptura y de cambio (la de las mujeres, p. e.), que se diría que estamos ante "el siglo de la revolución permanente". Los artículos de este Especial Revoluciones observan el impacto de esas manifestaciones en el mundo de los tebeos (de aquí y de allá), a la vez que las analizan desde la óptica del cómic. (La realidad de Tebeosfera es un lujo impagable al alcance de cualquiera con un simple clic, en principio. Pero las ventanas que abre ese clic van mucho más allá.)
*************************************************************************************************************
Por otra parte, a fecha de hoy permanece la expectativa latente de que el Grand Prix del Festival de Angoulême 2018 recaiga sobre Pierre Christin. Si así fuere, supondría el reconocimiento no solo de un buen escritor de BD, sino también el de su mirada lúcida acerca del devenir de la revolución política en el siglo XX.
Fin de siglo (Fins de siècle, 2006) es un tomo que reúne dos álbumes de bande dessinée publicados anteriormente por separado: Las Falanges del Orden Negro (Les Phalanges de l'Ordre Noir, 1979) y Partida de caza (Partie de chasse, 1983), ambos escritos por Pierre Christin y dibujados por Enki Bilal.
No está de más indicar que Bilal ya obtuvo el Grand Prix de Angulema en 1987. Él y Christin han realizado conjuntamente cinco álbumes de tebeo, aunque son dos autores con vasta obra ajena o propia. La belleza, sobre todo en el tratamiento del color, impregna las viñetas de esas cinco historietas escritas por Christin y dibujadas por Bilal, a pesar de la dureza en particular de las dos que componen Fin de siglo. Tal vez fuera pertinente que se reconociese ahora la validez del discurso del escritor.
La primera obra publicada por el tándem Christin-Bilal fue El crucero de los olvidados (La Croisière des oubliés, 1975). Le siguió El navío de piedra (Le Vaisseau de pierre, 1976) y, al año siguiente, La ciudad que no existía (La Ville qui n'existait pas, 1977). Los tres títulos integran una trilogía denominada Leyendas de hoy (Légendes d'aujourd'hui) -cuyas tres historias son independientes-, en la que se representa una suerte de realismo fantástico con significado político. En estas obras, Pierre Christin continúa en la senda iniciada en 1972 con Jacques Tardi y su serie conjunta Rumeurs sur le Rouergue, culminada en 1975. De este álbum, Rumores sobre el Rouergue, dábamos cuenta en una entrada anterior [aquí]. Ahí yo empleé la expresión "poética política" para referir una propuesta artística, en tebeo, partícipe de la atmósfera setentera que anhelaba una revolución y consciente a la vez de la mayoría de edad del cómic entendido como un medio idóneo para la expresión política y la literatura. Sin embargo, la tercera de las Leyendas de hoy, esto es, La ciudad que no existía, revela un cierto agotamiento, narrativo y práctico, en lo que concierne al ideal de esa poética política. Era como aceptar la imposibilidad -por impracticable e ingenua- no ya solo de la utopía, sino incluso de la revolución.
En Las Falanges del Orden Negro Christin y Bilal abandonaron el realismo fantástico en favor de un realismo desencantado. La narración llega al extremo de sugerir una doliente simetría entre la locura asesina de la extrema derecha y la autocomplaciente locura que se le opone. La guerra civil española del 36-39 y la denominada Transición de cuarenta años después son los marcos temporales elegidos por Christin en este álbum para configurar los inicios de un relato desengañado que apunta a la vejez y el anacronismo de unas posiciones políticas que tiñeron de sangre la historia del siglo.
La acción de Las falanges del orden negro describe un periplo por diferentes países europeos, el cual no sirve sino para acentuar la decadencia de los personajes y de la misma trama. En cambio, en Partida de caza la historia se concentra en un espacio singular, una suntuosa dacha ubicada en los confines de las fronteras de Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y la URSS en los primeros ochenta pasados. En esta ocasión, la decadencia sugerida por Christin-Bilal se centra en el fracaso de la revolución comunista que se materializó en el Estado soviético y sus países satélites. La podredumbre o descomposición de aquel sistema es visible en Partida de caza a través de unos personajes cuya historia revela un entramado de luchas y resistencias respecto al poder en el que de lo que se trata es de sobrevivir ante todo. Es una historia sintética, una fábula sórdida hermosamente contada. Protagonizada por miembros de la Nomenklatura y del Apparátchik de un mundo ahora desaparecido, aunque plenamente real.
A pesar de todo, las historias recogidas en Fin de siglo no terminan de ser decadentes. Lo que representan sugiere una realidad muy viva. El lema que abre Las falanges del orden negro es de Goya: "El sueño de la razón produce monstruos". Monstruos fascistas, monstruos estalinistas. (Monstruos de todo tipo.) Por exceso de razón o por carencia de ella, el caso es que al fin y a la postre son monstruos lo que suele haber. Por su parte, el lema que encabeza Partida de caza es de György Konrad: "Os habéis acostumbrado al poder como a la carne poco hecha". El poder. La voluntad de poder. El motor de la historia. De un signo y de otro. No está nada mal tampoco la cita al inicio de "Epitafio", un suplemento que en 1990 añadieron Christin y Bilal a Partida de caza: "De todas formas, los hijos de nuestros jefes se convertirán en los jefes de nuestros hijos" (Una mujer rumana).
No me gusta a mí hablar del fin de las ideologías. Son algo así como ineludibles, transcendentales. Siempre hay una ideología que posibilita el discurso, la acción. Unas son más confusas que otras, pues no todo da igual. Y cada siglo tiene las suyas. En el ámbito de la narrativa visual, Pierre Christin y Enki Bilal anticiparon, en el último cuarto del siglo XX, la obsolescencia de las ideologías fuertes o duras de ese siglo. No llegaron a proponer una clara alternativa, quizás debido a los condicionantes de la época.
No es que hoy estén más claras las cosas, pero al menos sí que apuestan los tiempos por un claro predominio de la vida individual. Lo cual, en el límite, no es tampoco la panacea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario