Chris Ware: Building Stories |
Junto a la lograda presencia -directa o indirecta- del cómic en museos y exposiciones de arte, y junto a un cierto aumento sensible del precio de los tebeos, hay otro signo que revela una consagración de la historieta, ya considerada una manifestación cultural de primer orden. Me refiero a la realización cada vez más frecuente de tesis doctorales dedicadas al lenguaje, la historia, la recepción, la sociología, etcétera, de los cómics. Pero el noveno arte no es patrimonio exclusivo de ninguna especialidad académica o universitaria. Y así se leen tesis y se otorgan grados de doctor al respecto en facultades tanto de Bellas Artes como de Filología, de Historia, de Derecho...incluso de Arquitectura.
Tal es el caso de Enrique Bordes (n. 1975). La publicación este año de su libro Cómic, Arquitectura narrativa permite conocer el trabajo que le confirió el título de doctor en Arquitectura.
El análisis y la exposición de los vínculos existentes entre el arte de los tebeos y el de diseñar edificios puede ser abordado desde diferentes planteamientos. Uno de ellos, acaso el primero que acude a la mente, consiste en fijarse en las arquitecturas presentes en las historietas examinadas. Sea este un recorrido elaborado bien desde una óptica histórica, no ficcional, o bien desde otra óptica ucrónica, más fantástica, un estudio de este tipo mostraría arquitecturas complementarias de narraciones, en las que estas se enmarcan. No es esta, sin embargo, la opción elegida por Enrique Bordes para su trabajo.
Otro planteamiento tiene que ver con la manera en que confluyen en el cómic espacios proyectados arquitectónicamente y tiempos articulados por la narración (algo así como centrarse en la configuración plástica del espacio en sus múltiples relaciones con el tiempo de las historietas). Este enfoque se acerca más a lo realizado por Bordes. El título de su trabajo, al describir el cómic en términos de arquitectura narrativa, apunta en esa dirección.
No obstante, el autor va más allá de la mera descripción y propone en su libro una relación de identidad entre ambas artes. Es decir, el cómic es arquitectura narrativa, igual que, por mor de la propiedad conmutativa, la arquitectura condensa un tipo de narración identificada con el cómic.
De este modo, la obra de Bordes se inscribe más bien en el área de la teoría de los lenguajes. Establece puentes de comunicación entre dos manifestaciones que comparten elementos de un lenguaje común.
Como corresponde a un trabajo de estas características, el estudio de Enrique Bordes aporta no solamente información de lo más sugestiva, sino, lo que es tal vez más interesante, estructura y ordena esa información en un sentido riguroso.
Sin embargo, lo que sobresale en mi opinión en esta tesis es una pasión. En concreto, la pasión del autor dividida por igual entre el mundo de la arquitectura y el mundo de los tebeos. Tal es así, que a mí no me resulta inapropiado afirmar que, pese a la objetividad de los datos que maneja el autor, Bordes no termina de salir de sí mismo, de su propio discurso, de su intimidad. Esto no desmerece en absoluto su trabajo. Al contrario. Transforma la fría tesitura de una investigación académica en un viaje apasionante por los territorios de un espacio dual, que remite a la infancia del autor y sin embargo conecta en muchos casos con la del lector.
Desde esta perspectiva, cuando Bordes (se) pregunta: '¿Qué fue antes, el cómic o la arquitectura?', lo hace de un modo tal que bien pudiera tratarse de una interrogación dirigida a su propia experiencia de vida. De igual modo, al afirmar, como él lo hace, que 'el cómic es una arquitectura del pensamiento', no es inoportuno desgajar ese enunciado del núcleo vital del autor.
Otro planteamiento tiene que ver con la manera en que confluyen en el cómic espacios proyectados arquitectónicamente y tiempos articulados por la narración (algo así como centrarse en la configuración plástica del espacio en sus múltiples relaciones con el tiempo de las historietas). Este enfoque se acerca más a lo realizado por Bordes. El título de su trabajo, al describir el cómic en términos de arquitectura narrativa, apunta en esa dirección.
No obstante, el autor va más allá de la mera descripción y propone en su libro una relación de identidad entre ambas artes. Es decir, el cómic es arquitectura narrativa, igual que, por mor de la propiedad conmutativa, la arquitectura condensa un tipo de narración identificada con el cómic.
De este modo, la obra de Bordes se inscribe más bien en el área de la teoría de los lenguajes. Establece puentes de comunicación entre dos manifestaciones que comparten elementos de un lenguaje común.
Como corresponde a un trabajo de estas características, el estudio de Enrique Bordes aporta no solamente información de lo más sugestiva, sino, lo que es tal vez más interesante, estructura y ordena esa información en un sentido riguroso.
Sin embargo, lo que sobresale en mi opinión en esta tesis es una pasión. En concreto, la pasión del autor dividida por igual entre el mundo de la arquitectura y el mundo de los tebeos. Tal es así, que a mí no me resulta inapropiado afirmar que, pese a la objetividad de los datos que maneja el autor, Bordes no termina de salir de sí mismo, de su propio discurso, de su intimidad. Esto no desmerece en absoluto su trabajo. Al contrario. Transforma la fría tesitura de una investigación académica en un viaje apasionante por los territorios de un espacio dual, que remite a la infancia del autor y sin embargo conecta en muchos casos con la del lector.
Desde esta perspectiva, cuando Bordes (se) pregunta: '¿Qué fue antes, el cómic o la arquitectura?', lo hace de un modo tal que bien pudiera tratarse de una interrogación dirigida a su propia experiencia de vida. De igual modo, al afirmar, como él lo hace, que 'el cómic es una arquitectura del pensamiento', no es inoportuno desgajar ese enunciado del núcleo vital del autor.
En lo que concierne a la pasión, están de más las pretensiones de universalidad. No obstante, sí podemos decir que la pasión de Enrique Bordes es una pasión compartida. Son muchos los inmersos en un mundo de viñetas, hasta el punto de proyectar esa afición fuera de los límites del tebeo.
En términos razonables, en cambio, intersubjetivos, la cosa trasciende las fronteras particulares de la subjetividad. Es más que plausible la (hipó)tesis que afirma que en el ámbito cognitivo estamos formateados lingüísticamente. Podemos así ordenar e interpretar los estímulos, los inputs de información que nos llegan, según estructuras tomadas de diferentes lenguajes: el de la ciencia, el de la religión, el de la moda, el de la filosofía, el audiovisual, el de las artes (incluidos el cine y el cómic), el del absurdo, el de la lógica, el del inconsciente, el del sentido común. Y en este sentido, podemos ver la realidad articulada mediante viñetas que están imbricadas a su vez formando estructuras afines al lenguaje de la arquitectura.
No es extravagante, por tanto, concluir que vivimos en una viñeta, entre viñetas... relacionadas secuencialmente conforme al orden de la narración... y al orden arquitectónico.
En términos razonables, en cambio, intersubjetivos, la cosa trasciende las fronteras particulares de la subjetividad. Es más que plausible la (hipó)tesis que afirma que en el ámbito cognitivo estamos formateados lingüísticamente. Podemos así ordenar e interpretar los estímulos, los inputs de información que nos llegan, según estructuras tomadas de diferentes lenguajes: el de la ciencia, el de la religión, el de la moda, el de la filosofía, el audiovisual, el de las artes (incluidos el cine y el cómic), el del absurdo, el de la lógica, el del inconsciente, el del sentido común. Y en este sentido, podemos ver la realidad articulada mediante viñetas que están imbricadas a su vez formando estructuras afines al lenguaje de la arquitectura.
No es extravagante, por tanto, concluir que vivimos en una viñeta, entre viñetas... relacionadas secuencialmente conforme al orden de la narración... y al orden arquitectónico.
Will Eisner |
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