Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

domingo, 1 de noviembre de 2015

Ramón Boldú y 'la guerra de nuestros padres'

Son muchos los cómics que tratan de un modo u otro la experiencia de la guerra vivida por nuestros padres, tanto en su vertiente nacional (la guerra del 36-39) como internacional (la II GM). Los surcos del azar (2013), de Paco Roca, es un buen exponente en la medida en que da noticia de ambas guerras, que fueron dos versiones de la misma.


Pero ahora me quiero referir a aquellos tebeos que recogen la voz del padre del autor, es decir, tebeos que narran vivencias paternas de guerra desde la voz del progenitor, una voz más o menos filtrada por la mediación del hijo, que es quien a la postre realiza el tebeo. Esto es algo así como escribir-dibujar en el nombre del padre. Cuál sea la interpretación del sentido de esta asunción filial es una cuestión abierta. Obviamente, no se trata de contar las batallitas de papá. El asunto es otra cosa.


Supongo que la cosa empezaría con Maus (1977, 1980-1991), de Art Spiegelman. El padre de Spiegelman le cuenta a este su vida sobre todo en un campo de concentración durante la II GM y a la vez el propio Spiegelman se dibuja a sí mismo en tanto que se involucra en la historia.


Más recientemente, Jacques Tardi le da voz a su padre en Yo, René Tardi Prisionero de guerra en Stalag IIB (2012, 2014). Aquí la fuente del relato paterno no es oral, sino escrita. Y narra también la experiencia en un campo de prisioneros alemán durante la II GM, seguida por la posterior vuelta a casa del prisionero ya liberado. También Jaques Tardi se representa a sí mismo en las páginas de la historia de su padre, a modo de avatar que actualiza el relato.


En cuanto a la guerra española del 36, preludio de la mundial, Miguel Gallardo ilustró una narración de su padre en Un largo silencio (1997). Gallardo fue un adelantado en nuestro país (como lo sería después con María y yo pero en otro respecto) a la hora de exponer gráficamente la experiencia de su padre en la época del fascismo. Un largo silencio es un libro a caballo entre la literatura y el cómic. Abrió, como digo, camino.


La propuesta de Gallardo guarda relación con El arte de volar (2009), de Antonio Altarriba y Kim. Aquí el relato de la figura paterna -el padre de Altarriba- está más pormenorizado, abarca mayor duración. La voz del protagonista se compagina con la voz del narrador...


La trilogía iniciada con Un médico novato (2013) y continuada con Atrapado en Belchite (2015), de Sento Llobell, es la puesta en viñetas de No se fusila en domingo, el libro de memorias del suegro de Sento, centrado también en la vivencia de la guerra española del 36. En este caso, el cómic expone los hechos como en tercera persona, despojados de la voz de su protagonista, aunque es más que reconocible esa voz.


La vida es un tango y te piso bailando (2015), de Ramón Boldú (n. 1951), se suma también a esta lista de cómics que tocan la experiencia de la guerra vivida por el padre del realizador del tebeo. El libro refiere también otros temas a la manera habitual de Boldú, esto es, medio en serio, medio en broma. Con todo, Boldú es un autor de los que no dan puntada sin hilo, aunque a veces pueda despistar por su desenfado al lector. Nos lo pasamos pipa leyendo a Boldú y este será un cachondo completo, pero eso no le quita seriedad ni rigor a lo suyo.

Biografía del padre y autobiografía del hijo se combinan en La vida es un tango y te piso bailando. A Boldú se le considera un adelantado en nuestro país en el género secuencial autobiográfico. En 1995 publicó el libro Bohemio pero abstemio (colección de historietas aparecidas en El Víbora a comienzos de los años noventa) y en 1998 Memorias de un hombre de segunda mano. Ambos títulos fueron "remasterizados" por el autor y publicados en 2009 en un único volumen. Se trata de una crónica viva de los años del postfranquismo desde una óptica que aúna lo personal (de Boldú) con el momento histórico. Densa, pero muy divertida. En 2008 salió El arte de criar malvas. En 2010, Sexo, amor y pistachos. La antología Panorama. La novela gráfica española hoy (2013) recogió de Boldú la historieta "Los guionistas nunca ligan". Y ahora, en 2015, aparece La vida es un tango... Todo esto, por lo que a la autobiografía de este autor se refiere. 

Boldú es un historietista informado y formado. Se le percibe en contacto con el underground (americano y europeo), con el humor gráfico a lo Hara Kiri ("Dedicado a mis maestros Wolinski y Cabú", leemos en el frontispicio de La vida es un tango), con el Jean Giraud de La Desviación (más cercano a este en el costumbrismo familiar que a Andrea Pazienza), con lo que se ha ido produciendo en el medio aquí y allá (hasta una página en homenaje al Little Nemo de McCay encontramos en El arte de criar malvas).

A propósito del asunto que nos ocupa en este post, escribe Boldú en una viñeta de la p. 27 de Bohemio pero abstemio. Memorias de un hombre de segunda mano (2009):
"En la pág. anterior quise emular a Art Spiegelman, el dibujante de cómics que se ha hecho rico y famoso con su libro "Maus", en el que su padre le cuenta las aventuras que pasó en los campos de concentración. Pero tuve que dejarlo porque mi padre, en lugar de ser judío como el padre de Spiegelman, es catalán de Lérida."
La emulación de Spiegelman la llevará a cabo Boldú, claro que a su manera, precisamente en La vida es un tango.


Boldú aborda en La vida es un tango esta materia de 'La guerra de nuestros padres' de un modo que está en perfecta consonancia con el resto de su producción anterior. Es la actitud underground la que trasparece de nuevo; un underground vitalista y festivo, lúdico, de inspiración crumbiana, instalado en el tiempo, que usa la autoexpresión a través de viñetas, que va más allá de la mera representación de las obsesiones, que conecta con anhelos -reprimidos u olvidados o no- del lector, que utiliza la risa como catarsis...

En concreto, pese a un cierto aparente desorden en la exposición narrativa, La vida es un tango finaliza -y se inicia- con una propuesta a manera de superación de los desastres de la guerra. Un juego de mesa. "El tango libre". Una especie de ajedrez sin violencia -donde no se mata- y sin rey. Con su tablero, sus fichas y reglas (incluido todo ello en el cómic). Un ajedrez del amor.

Puede parecer naíf la propuesta de Boldú, pero en todo caso lo sería tanto como ingenuas pudieran haber sido las consignas de 'La imaginación al poder', 'El verano del amor' o 'La revolución de las flores californianas'.

Y es que, a mi modo de ver, en el salto cuántico que aportó a la historia de la humanidad la generación de los nacidos después de (o durante) la Guerra del 36-II GM, influyó la locura de un mundo atenazado por la violencia institucionalizada después de la guerra.

Esto es: El giro existencial (contracultural y postexistencialista) que estalló en los años sesenta del siglo pasado podría haber nacido, en parte, como respuesta ante una tensión bélica que se había institucionalizado. En concreto, la de la guerra fría. Más el franquismo aquí. Sería como si los miembros más lúcidos de las primeras generaciones nacidas en la postguerra se hubiesen dicho a sí mismos: "Ya que somos impotentes para desarmar al poder o para desactivar su locura, pasemos de todo y mantengamos los ojos abiertos. El goce es un arma cargada de futuro".


Esta habría sido la postura de R. Crumb. Lo da a entender el sentido de su carrera. Y lo dan también a entender unas palabras que escribió a su amigo Marty Pahls en una carta de 1962, recogida en el epistolario titulado Tus ganas de vivir me horrorizan. En efecto, refiriéndose a lo que él denomina "la Bomba" (bomba de hidrógeno, bomba atómica), escribió Crumb:
Como dije en Ohio, creo que simplemente me he vuelto insensible al tema de la Bomba... Solía preocuparme por ello hasta ponerme enfermo cuando tenía once, doce, trece años... pero poco a poco dejas de preocuparte por algo sobre lo que no puedes hacer nada al respecto, y que no me está causando ningún daño, así que me preocuparé sobre ello cuando suceda si es que sucede.
Como dije en otro post [aquí], se me ocurre que las flores sesenteras de Berkeley fueron una liberación psicológica -y vital, por supuesto- de unos jóvenes ya hartos del horror, el horror.


La obra de Ramón Boldú encaja en este planteamiento.

Tras el relato de unos hechos -entre otros- que acontecieron en la guerra de nuestros padres, La vida es un tango y te piso bailando culmina con la propuesta lúdica de Boldú. Es una salida coherente y valiosa. Nunca se sabe lo que podrá ocurrir.


Como dije antes, Boldú no da puntada sin hilo. 





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