Javier de Isusi lo ha vuelto a hacer. Nos ha atrapado de nuevo con un cómic tan amable como suelen serlo las mejores producciones del autor nacido en Bilbao. Aunque de momento solo podemos acceder al primer volumen del díptico El año en que fuimos reyes, la lectura y contemplación de este libro nos ha retrotraído a la tetralogía agrupada con el título Los viajes de Juan sin Tierra. Es aún pronto para hacer una valoración completa de una obra de la que solo conocemos la primera parte, pero aun así las sugerencias de su perdurabilidad no son pocas.
No es oportuno, ni siquiera necesario, disociar en un cómic las imágenes del discurso, pero a efectos analíticos, y máxime cuando la obra está aún incompleta, resulta factible. La parte plástica del tebeo es desde luego tan eficaz narrativamente hablando como sugerente y emotiva. Podemos decir que nos hallamos ante un cómic hermoso, Isusi nunca defrauda. Las imágenes del baile de disfraces, pero también otras muchas de El año en que fuimos reyes sobrecogen. Es lo mismo que puede decirse de las representaciones de Babilô, esa ciudad reconociblemente imaginaria (como todas las representaciones, al cabo, de este cómic), las cuales nos introducen en los secretos del esquinismo y de la parte discursiva de la obra.
El adanismo ―por decirlo de algún modo― caracteriza el discurso de El año en que fuimos reyes. Javier de Isusi crea un lenguaje específico que amuebla el significado de este cómic, aunque no lo crea de la nada, porque eso es imposible. Así, por ejemplo, el esquinismo lo adopta a partir del relato de Laia Jufresa titulado "El esquinista". Otros términos como 'escandalismo', 'atrevilismo' o 'contencionismo', visibles en el texto, remiten fácilmente a sus orígenes lingüísticos. El nombre de la ciudad: Babilô... Lo importante es que De Isusi crea un universo singular, por más que reconocible por el lector. (Qué decir, en fin, de la experiencia implícita en el primer curso universitario en una facultad no elegida por sus "salidas profesionales", que es el caso de los cuatro principales protagonistas de la historieta, o del anhelo de la revolución, no del todo limitado a los jóvenes).
Es esta parte discursiva la que nos obliga a esperar el desenlace de la historia. No obstante, de antemano podemos decir que promete.



