En la historia del cómic, los años sesenta y setenta del siglo pasado se recuerdan asociados al despliegue del comix o cómic underground. Pero fueron también, más allá del estricto marco de la historieta, dos décadas vitalmente politizadas, antes del repliegue conservador iniciado a partir de los 1980. El contexto internacional marcado por la relativa cercanía del fin de la II GM, pero sobre todo por la guerra fría y la inquietud generada por un probable uso enloquecido de "la bomba", junto al desarrollo de un capitalismo optimista ante las posibilidades del futuro, delimitaron el escenario. El deseo de una revolución se incrustó en aquel momento histórico, al menos en un cierto sector de la población y no solo en las cabezas y en las obras de numerosos intelectuales y artistas. El mismo Savater, quién te ha visto y quién te ve, escribió un Panfleto contra el todo, y otro libro titulado La filosofía como anhelo de la revolución. (Ni que decir tiene que este anhelo coexistió con quienes, más numerosos entonces y ahora, no deseaban en el fondo ninguna revolución, sino tan solo un pretendido progreso tecnoeconómico).
El editor y político italiano Giangiacomo Feltrinelli (1926-1972) destacó en esta situación contradictoria y febril. Feltrinelli, precisamente, es un reciente cómic ―guionizado por Guillermo Gracia Santos y Aitor Iturriza Mendia, y dibujado por Nacho Lava Laiz― en el que sorprende la capacidad de síntesis manifestada por sus autores.
Entre otras muchas cosas, Feltrinelli es una buena muestra de cómo la mejor ficción se encuentra muchas veces en la pura realidad. Y sin ningún tipo de onanismo.
(Continuará)
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