Un ayer futurizado
y un mañana preterido
nos han escamoteado.
(José Bergamín)
La edad de oro es un hermoso tebeo en dos volúmenes de Cyril Pedrosa y Roxanne Moreil.
Pese a su apariencia de una mera fantasía medieval, es un cómic político, en la línea de cierta utopía perdida que puede volver, aunque con lucha.
Es una utopía inscrita en un libro secreto, La edad de oro, que ilumina lo que está por conseguir. Un tiempo, una época histórica (o más bien ahistórica) se funde aquí o se identifica con un texto. Entramos de lleno en el ámbito de la mitología.
A fin de cuentas fue Hesíodo, en Trabajos y días, el primero en hablar por escrito de una Edad de Oro.
El futuro (de la sociedad) está en el pasado, y del presente dependen los dos, ya que ni uno ni otro existen con independencia del ahora.
"La edad de oro" es también una historieta de Chris Reynolds.
Aquí la utopía es individual, específica del sujeto que narra, pero también del que se funde en la narración, el sujeto que contempla las viñetas.
Aparentemente, Reynolds conecta la edad de oro con la infancia. Pero el asunto va más allá, por cuanto el tiempo que nos proyecta en sus viñetas el dibujante galés no es una sucesión lineal de momentos irreversibles.
El futuro (de cada cual) está en el pasado, y del presente dependen los dos, ya que ni uno ni otro existen con independencia del ahora.
Solo es cuestión de estar en el lugar acertado.
La historia de nuestra cultura, tan productiva en tantos órdenes, demuestra que la expresión 'La edad de oro' funciona como una sugerencia, una llamada que estimula y despierta la imaginación creadora.
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