«Lo que importa es que Tardi ha podido encontrar las huellas de su infancia en Alemania» (Dominique Grange)
«Gracias a Dominique y a mi gato Pipó que, a lo largo de todo este recorrido, desde el Stalag IIB hasta Fritzlar, me han ayudado a soportar el pesado petate de la memoria» (Jacques Tardi)
Una vez publicado el tercer y último tomo de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB, observamos que se aclara el bosque formado por todas las obras de Jacques Tardi, de las que los tres álbumes que conforman Yo, René Tardi... constituyen un grueso y potente árbol. Hasta ahora, conocidas tan solo las dos primeras entregas de este monumento del artista de Valence en homenaje a su padre, parecía que esta larga historieta se configuraba como un hito más en el proyecto antibélico de Jacques Tardi, en la línea de mostrar los horrores de la guerra y su estupidez sustancial, esta vez con motivo de la experiencia paterna en la II GM. Sin embargo, ante Después de la guerra, el volumen con que finaliza y se completa esta obra, descubrimos que, sin abandonar para nada su proyecto antibélico, lo que lleva a cabo Jacques Tardi en Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB es una minuciosa investigación, a través de la memoria de su padre y de la suya misma, acerca de las fuentes del imaginario desplegado por Tardi en el conjunto de su obra. De este modo, mientras títulos como La guerra de las trincheras, ¡Puta guerra!, El último asalto o La flor en el fusil, pero también El soldado Varlot o La última guerra (estos dos con imágenes de Tardi y textos de Didier Daeninckx), son puros alegatos contra la guerra en el contexto de la Primera Guerra Mundial, en el caso de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB nos encontramos con una indagación personal de Jacques Tardi que, si bien a lo largo de los dos primeros tomos del título se nos aparecía como una representación de la memoria paterna respecto a su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, con la conocida desactivación del discurso bélico operada por Tardi en los otros títulos citados, percibimos que en el tercer tomo de Yo, René Tardi..., hacia el comienzo del segundo tercio del mismo, cambia el registro, cambia el narrador y es la propia voz de Jacques Tardi la que prosigue el relato, a manera de continuación de la memoria del padre mediante la memoria del hijo, como quien busca fijar, por la vía de la representación, los recuerdos de su infancia esclareciéndose a la vez a sí mismo. Y esclareciendo, de paso, la imaginación del lector cuando comprende que la experiencia personal es inseparable de la experiencia de otro y de los otros. La memoria individual es un apéndice de la memoria colectiva; o tal vez, al contrario, esta es un apéndice de la personal. En este sentido, el verismo documental y gráfico con que Tardi representa la gestualidad de los personajes y el detalle de los escenarios en que se desarrollan los hechos, además de ser un valor que enriquece su obra, deja constancia precisa de un mundo ya ido, pero que conecta con la sensibilidad del lector en la medida en que el presente es también un apéndice del pasado, o tal vez al revés. Son las cosas de las artes representativas. El tebeo, además, tiene la ventaja de que cuando se fundan los plomos o se produzca el gran apagón, las historias dibujadas e impresas sobre papel continuarán dejando testimonio de su vigencia.
En las páginas finales de Después de la guerra, esto es, en las últimas planchas de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB, irrumpen los primeros tebeos que incidieron en la formación del pequeño Tardi. Es un final que apuntala un comienzo. El historietista, en efecto, se valdrá de la impronta de los tebeos de su infancia para, ya adulto, volcar en lenguaje de cómic su imaginario profundo, un imaginario configurado a partir de su experiencia con lo real desde el momento en que nació, un viernes 30 de agosto de 1946. Más allá de los tebeos, Jacques Tardi apunta en Yo, René Tardi... a su novela familiar, tan peculiar como la de cualquier otro, si bien en su caso fuertemente marcada por el entorno militar. La diferencia específica de Tardi, con todo, es su arte, su manera de rememorar a través del lenguaje gráfico.
Tratándose de Jacques Tardi y de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB, resulta inevitable aludir a Art Spiegelman y a Maus. Es mucho lo que comparten ambos autores y ambos títulos. Pero son también muchas la particularidades de cada uno implicadas en su respectiva obra. La mera constatación de la longitud del título de Tardi respecto a la brevedad del de Spiegelman es un indicio de su diferente concepción de la obra en lo que concierne al papel asignado al texto verbal en su relación con el texto icónico. La abundancia de palabras en el caso de Yo, René Tardi... contrasta con la dimensión de los bocadillos de Maus. No es una diferencia baladí, pues ejemplifica dos maneras de entender ―y de practicar― el arte de la historieta. El mérito de Tardi estriba en hilvanar dibujo y texto de un modo tal, que no cabe decir que en su obra el exceso de palabras suponga que las imágenes son prescindibles. Más bien al contrario. La simbiosis propia del lenguaje gráfico de Tardi es tan indiscutible como distinguible es su estilo. Es bien cierto que la sobreabundancia de palabras en Yo, René Tardi... (aunque no solo en este título del historietista) puede llevar a que a algún lector se le caiga el libro de las manos; aunque este riesgo, bien mirado, es más que común en el universo de los libros (en el ámbito del cómic, pienso ahora en Valenzuela). Quizás como previniendo, y dado el asunto específico de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB, el propio Jacques Tardi se refiere a "el pesado petate de la memoria" en el agradecimiento a su esposa y a su gato que figura en Después de la guerra. La connotación militar del término "petate" es consustancial a esta y otras obras de Tardi, en consonancia con el imaginario del autor. La "pesadez", en cambio, si bien atañe a la densidad de los recuerdos personales de cada uno, no ha de ser consustancial a la lectura de la obra del historietista francés. En cualquier caso, a mí me ha parecido oportuno titular esta entrada recurriendo a la expresión de Tardi.
Dejo unas muestras de la imbricación entre imagen y texto en el tebeo de Tardi que ha causado este post.
En las páginas finales de Después de la guerra, esto es, en las últimas planchas de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB, irrumpen los primeros tebeos que incidieron en la formación del pequeño Tardi. Es un final que apuntala un comienzo. El historietista, en efecto, se valdrá de la impronta de los tebeos de su infancia para, ya adulto, volcar en lenguaje de cómic su imaginario profundo, un imaginario configurado a partir de su experiencia con lo real desde el momento en que nació, un viernes 30 de agosto de 1946. Más allá de los tebeos, Jacques Tardi apunta en Yo, René Tardi... a su novela familiar, tan peculiar como la de cualquier otro, si bien en su caso fuertemente marcada por el entorno militar. La diferencia específica de Tardi, con todo, es su arte, su manera de rememorar a través del lenguaje gráfico.
Tratándose de Jacques Tardi y de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB, resulta inevitable aludir a Art Spiegelman y a Maus. Es mucho lo que comparten ambos autores y ambos títulos. Pero son también muchas la particularidades de cada uno implicadas en su respectiva obra. La mera constatación de la longitud del título de Tardi respecto a la brevedad del de Spiegelman es un indicio de su diferente concepción de la obra en lo que concierne al papel asignado al texto verbal en su relación con el texto icónico. La abundancia de palabras en el caso de Yo, René Tardi... contrasta con la dimensión de los bocadillos de Maus. No es una diferencia baladí, pues ejemplifica dos maneras de entender ―y de practicar― el arte de la historieta. El mérito de Tardi estriba en hilvanar dibujo y texto de un modo tal, que no cabe decir que en su obra el exceso de palabras suponga que las imágenes son prescindibles. Más bien al contrario. La simbiosis propia del lenguaje gráfico de Tardi es tan indiscutible como distinguible es su estilo. Es bien cierto que la sobreabundancia de palabras en Yo, René Tardi... (aunque no solo en este título del historietista) puede llevar a que a algún lector se le caiga el libro de las manos; aunque este riesgo, bien mirado, es más que común en el universo de los libros (en el ámbito del cómic, pienso ahora en Valenzuela). Quizás como previniendo, y dado el asunto específico de Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB, el propio Jacques Tardi se refiere a "el pesado petate de la memoria" en el agradecimiento a su esposa y a su gato que figura en Después de la guerra. La connotación militar del término "petate" es consustancial a esta y otras obras de Tardi, en consonancia con el imaginario del autor. La "pesadez", en cambio, si bien atañe a la densidad de los recuerdos personales de cada uno, no ha de ser consustancial a la lectura de la obra del historietista francés. En cualquier caso, a mí me ha parecido oportuno titular esta entrada recurriendo a la expresión de Tardi.
Dejo unas muestras de la imbricación entre imagen y texto en el tebeo de Tardi que ha causado este post.
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