Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

sábado, 4 de agosto de 2018

Shuster (y Siegel) en el invierno del dibujante

El invierno del dibujante (2010) es una de las grandes historietas de Paco Roca. Se centra en un momento de la historia del tebeo en el que este gozaba de una enorme difusión y popularidad. Sin embargo, en aquel estado de cosas los auténticos creadores, dibujantes y guionistas de historietas no tenían reconocidos los derechos de autor de sus creaciones. Los autores cedían dichos derechos, con sus regalías correspondientes, a la firma editorial de la que dependían, mientras esta les pagaba por su trabajo normalmente a tanto por página.

Paco Roca compone esta historia en torno a los dibujantes de la editorial Bruguera, allá por los años cincuenta del pasado siglo. Pero ya en los años cuarenta de entonces otro dibujante, Manuel Gago, había cedido los derechos de su más famosa creación, El Guerrero del Antifaz, a Editorial Valenciana. La batalla legal de Gago por recuperar la propiedad de su obra se inició prácticamente en 1946, el año en que Juan B. Puerto, dueño de la editorial, registró el personaje a su nombre. Y tras largos procesos judiciales, los herederos del dibujante han conseguido un cierto reconocimiento, aunque no sé si meramente moral.

"El invierno del dibujante" es una magnífica expresión descriptiva de la situación en que se encontraba la industria de los tebeos durante buena parte del siglo XX, respecto al asunto de los royalties y a la falta de consideración jurídica de los autores en cuanto tales. Pero esta situación no se circunscribía a nuestro país, tal y como los casos de la Escuela Bruguera y de Manuel Gago podrían dar a entender. Era una realidad poco menos que inherente al estado de la industria de entonces, empezando por Estados Unidos. Claro está que la realidad de la dictadura del general Franco impregnaba con una pátina peculiar lo que ocurría en España; pero claro está también que en lo que concierne al derecho privado y a su secuela mercantil, en el ámbito del cómic, en todas partes cocían habas.

[No es preciso ser marxista para comprender que la historia del cómic, de los tebeos, es la historia de las condiciones de su producción (y de su recepción).]

En esta historia Will Eisner constituye tal vez una excepción, pues supo muy bien negociar los derechos de su personaje The Spirit.

No obstante, la astucia de Eisner no la compartieron unos años antes que él Jerry Siegel y Joe Shuster, escritor y dibujante respectivos de Superman, un fenómeno tebeístico nada menos que primigenio respecto a los cómics de superhéroes, el cual vio la luz en los quioscos de EE.UU en 1938. 


Julian Voloj ha escrito un documentado cómic, traducido aquí con el título Joe Shuster. Una historia a la sombra de Sumerman, que cuenta la historia, vicisitudes y avatares de la creación del superhéroe kryptoniano desde la posición del dibujante Shuster. El arte, la parte gráfica de este cómic queda  a cargo de Thomas Campi, quien ha sabido realizar un bello trabajo impregnado en parte por la estética sugerida por el pintor Edward Hooper.

La propuesta de Voloj se presenta como una reafirmación, un subrayado del lema característico de los tebeos de Superman: "Verdad, Justicia y Estilo de vida estadounidense (American way)". Es una especie de restitución obligada ante la injusticia vivida por Shuster y Siegel al vender ingenuamente por 130 dólares a National Allied Publications, la actual DC Comics, no solo las diez páginas de su primera historieta de Superman, publicada en el nº 1 de Action Comics (1938), sino con ello todos los derechos derivados de la propiedad del personaje para la posteridad.

Esta historia no es desconocida por los aficionados al noveno arte, pero dado que el número de los mismos crece por días, nunca está de más un tebeo que la recoja y la actualice. Tratar sobre los orígenes y circunstancias fundacionales de Superman es tratar sobre la historia del medio secuencial en Estados Unidos. Desde su propia perspectiva, Will Eisner la refirió en El soñador (The Dreamer, 1986) y en Viaje al corazón de la tormenta (To the Heart of the Storm, 1991). De un modo más  específico, centrado en el caso Siegel-Shuster, aparece en uno de los arcos de Malas ventas (Box Office Poison, 2001), de Alex Robinson. Se trata de una historia autorreferencial con respecto al medio en que se narra.


Pero en el tebeo de Julian Voloj y Thomas Campi, la autorreferencia no se reduce a eso. Involucra también al tercer mienbro del lema supermaniano, Truth, Justice and the American Way, y en concreto a su restitución. Todas las páginas de Joe Shuster suponen un paseo por la estética del sueño americano, bien que à la Hooper y su estilo inquietante, aunque más luminoso. Y lo hacen de un modo tal que contrasta antagónicamente con la triste historia que al cabo se cuenta en el cómic. En el límite, como una de las paradojas del noveno arte, la verdad y la justicia quizás resplandezcan al final de este tebeo, pero el estilo de vida estadounidense también. Pocos países como Estados Unidos han sido capaces de superar siquiera artísticamente las antítesis que los constituyen, o al menos ha sido así hasta ahora.

Si volvemos los ojos a nuestro invierno del dibujante, veremos que sí, que lo que les ocurrió a Joe Shuster y a Jerry Siegel es similar a lo padecido por Manuel Gago ante Editorial Valenciana, por los dibujantes de la editorial Bruguera y hasta de TBO y demás publicaciones de la época. Solo que las diferencias entre un caso, el de allí y el otro, el de aquí, son más que notables. Y no solo por la cifra de los emolumentos percibidos por los dibujantes en una y en otra de las situaciones y las circunstancias.

El invierno del dibujante español fue mucho más frío.

(Continuará.)


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