No hace mucho cayó en mis manos un tebeo traducido y publicado aquí en 2015 (Edicions De Ponent), aunque remite nada menos que a 1972, año de su aparición como serie en Francia en la revista Pilote (su edición en formato álbum B/N es de 1976, seguida en 1986 por la versión en color). Se trata de Rumores sobre el Rouergue, primera historieta larga dibujada por Jacques Tardi sobre un guion de Pierre Christin. Cuarenta años o así tardó en llegar la edición española.
Pero, como suele decirse, nunca es tarde si la dicha es buena. Rumores sobre el Rouergue se nos presenta como un tebeo del mayor interés por diferentes razones, que giran sobre todo en torno a quiénes son sus autores, Tardi y Christin, y cuál fue el momento de su realización, el postsesentayocho.
El contenido político del relato es lo primero que destaca en Rumores; la política ocupa aquí el primer grado de la narración. Jacques Tardi (n. 1946) y Pierre Christin (n. 1938) trazaron en esta obra un punto de cruce relativamente temprano en sus respectivas -y dilatadas- carreras. Me parece que no han vuelto a colaborar, al menos en BD. Pero la impronta política permanece en las obras de ambos de un modo indeleble, con las oportunas diferencias en uno y en otro.
Hay, con todo, un como segundo grado de la narración que le confiere al relato político de Rumores sobre el Rouergue un significado peculiar. Me refiero a la presencia activa en esta obra del Petit Peuple, una pluralidad de humanoides compuesta por seres fantásticos tales como gnomos, hadas, elfos, hombres-lobo, mujeres-pájaro... [véase este enlace]. Y la peculiaridad estriba en que este grupo de criaturas áureas, que alimentaron el imaginario poético de una generación marcada por la política no solo de ficción, desempeña en la obra el papel de sujeto político antagonista, rebelde ante la lógica de la dominación del progreso y el capital, unido contra la inevitabilidad de la explotación del hombre por el hombre, etc.
La semántica del petit peuple abarca también al pueblo llano, o mejor, a la plebe que no se configura tanto como pueblo singular, sino más bien como suma de individualidades libres. Se puede -se pudo- concebir a esta plebe como el nuevo sujeto de la revolución, en sustitución del proletariado homogéneo. Y así lo hacen Tardi y Christin. Pero es esta una revolución que, en el relato, adquiere un alcance más poético que científico (en el sentido de la ciencia social). Más cosa de libertarios o de anarcos que de persistentes marxistas.
A fin de cuentas, el anhelo de encontrar la playa debajo de los adoquines encontró en el cómic un medio de expresión yo diría que idóneo. La poética de este medio permitió conjugar entonces lo fantástico y lo político, lo social y lo imaginario, lo simbólico y lo real.
Estos planteamientos poeticopolíticos pudieron estar alimentados por el predominio de la sincronía (de la mirada sincrónica) sobre la diacronía, o de lo estructural sobre lo histórico, tan de aquella época (los sesenta y setenta pasados). Desde luego, este tipo de movida se quedó en el camino. La poética del petit peuple se trasladó a la fantasía heroica, a los juegos de rol y otras áreas similares. La política, sin más, se ha como desvanecido disuelta en los entornos mediáticos. A cambio de qué. La historia efectiva, al cabo, ya parece formar parte de otra historia que es ajena a lo que hay.
Rumores sobre el Rouergue da cuenta precisa de un momento también preciso. Es lo propio de cualquier manifestación cultural. En el campo de la historieta, otros autores más jovenes coincidieron de algún modo con la poética sugerida por este tebeo. Se me ocurre, entre nosotros, el nombre del Max más setentero y ochentero, junto a su faceta o etapa más afín a Tardi y a su personal representación del Petit Peuple.
Y de otros, en fin, seguiremos hablando.
El contenido político del relato es lo primero que destaca en Rumores; la política ocupa aquí el primer grado de la narración. Jacques Tardi (n. 1946) y Pierre Christin (n. 1938) trazaron en esta obra un punto de cruce relativamente temprano en sus respectivas -y dilatadas- carreras. Me parece que no han vuelto a colaborar, al menos en BD. Pero la impronta política permanece en las obras de ambos de un modo indeleble, con las oportunas diferencias en uno y en otro.
Hay, con todo, un como segundo grado de la narración que le confiere al relato político de Rumores sobre el Rouergue un significado peculiar. Me refiero a la presencia activa en esta obra del Petit Peuple, una pluralidad de humanoides compuesta por seres fantásticos tales como gnomos, hadas, elfos, hombres-lobo, mujeres-pájaro... [véase este enlace]. Y la peculiaridad estriba en que este grupo de criaturas áureas, que alimentaron el imaginario poético de una generación marcada por la política no solo de ficción, desempeña en la obra el papel de sujeto político antagonista, rebelde ante la lógica de la dominación del progreso y el capital, unido contra la inevitabilidad de la explotación del hombre por el hombre, etc.
La semántica del petit peuple abarca también al pueblo llano, o mejor, a la plebe que no se configura tanto como pueblo singular, sino más bien como suma de individualidades libres. Se puede -se pudo- concebir a esta plebe como el nuevo sujeto de la revolución, en sustitución del proletariado homogéneo. Y así lo hacen Tardi y Christin. Pero es esta una revolución que, en el relato, adquiere un alcance más poético que científico (en el sentido de la ciencia social). Más cosa de libertarios o de anarcos que de persistentes marxistas.
A fin de cuentas, el anhelo de encontrar la playa debajo de los adoquines encontró en el cómic un medio de expresión yo diría que idóneo. La poética de este medio permitió conjugar entonces lo fantástico y lo político, lo social y lo imaginario, lo simbólico y lo real.
Estos planteamientos poeticopolíticos pudieron estar alimentados por el predominio de la sincronía (de la mirada sincrónica) sobre la diacronía, o de lo estructural sobre lo histórico, tan de aquella época (los sesenta y setenta pasados). Desde luego, este tipo de movida se quedó en el camino. La poética del petit peuple se trasladó a la fantasía heroica, a los juegos de rol y otras áreas similares. La política, sin más, se ha como desvanecido disuelta en los entornos mediáticos. A cambio de qué. La historia efectiva, al cabo, ya parece formar parte de otra historia que es ajena a lo que hay.
Rumores sobre el Rouergue da cuenta precisa de un momento también preciso. Es lo propio de cualquier manifestación cultural. En el campo de la historieta, otros autores más jovenes coincidieron de algún modo con la poética sugerida por este tebeo. Se me ocurre, entre nosotros, el nombre del Max más setentero y ochentero, junto a su faceta o etapa más afín a Tardi y a su personal representación del Petit Peuple.
Y de otros, en fin, seguiremos hablando.
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