Optic Nerve es el nombre del comic book que Adrian Tomine (n. 1974) comenzó a autoeditar en 1991 (desde 1995 lo publica irregularmente Drawn and Quarterly). Optic Nerve es un título sugerente.
El nervio óptico es un nervio ocular (en realidad es uno de los doce pares de nervios craneales). Su función es aferente: envía los inputs visuales de la retina al cerebro. Es crucial en el proceso de la percepción.
Otro nervio que actúa en los ojos, otro par craneal, es el nervio patético. Se encarga de los movimientos del globo ocular al afectar al músculo oblicuo que rota, separa y deprime el globo.
Lo interesante es que tanto el nervio óptico como el patético contribuyen a configurar la visión de un sujeto. Y con ello, condicionan (por no decir determinan) el discurso de ese mismo sujeto.
Pero el adjetivo patético tiene también otros usos, otros significados que oscilan actualmente entre lo emotivo y dramático (o trágico) en un extremo, y lo grotesco y ridículo en el otro extremo.
El caso es que el ultimo libro de Adrian Tomine, Intrusos (Killing and Dying, 2015), me lleva a pensar que la visión del autor californiano, la que este elabora y detalla en sus historietas, está definida -o casi- por una óptica patética.
Otro tanto ocurre con Daniel Clowes (n. 1961) y con Chris Ware (n. 1967). Uno y otro han editado también su comic book alternativo: Eightball -de 1989 a 2004- y Acme Novelty Library -desde 1993-, respectivamente. Ambos han contribuido, igual que Tomine, a proyectar en sus cómics una óptica patética. Los tres describen su mundo, en fin, más o menos pegados a lo cotidiano.
(Desde luego, la edición de una revista seriada de cómic propia no es determinante para ofrecer este tipo de óptica. Lo prueba Love and Rockets, de los Bros Hernandez, cuya poética es otra.)
La cosa tiene que ver con una mirada postunderground (más nihilista que vitalista), abiertamente desencantada.
Esta actitud, con todo, es heredera del comix de los sesenta y setenta pasados, según manifiestan al menos dos síntomas: la autoedición inicial y la renuncia a los géneros narrativos. Tomine, Clowes y Ware se adscriben a una suerte de poética de la vida cotidiana, desde la que plasman sus historietas. Obviamente, siendo tres autores genuinos, independientes, hay diferencias de grado en cuanto a su personal acentuación del patetismo y de la cotidianidad, oscilando en cada caso entre el valor y los distintos significados de lo patético y lo cotidiano. Así, por ejemplo, se ve que los personajes de Clowes son más patéticos en sentido caricaturesco, mientras que el patetismo de Ware tiene un rostro quizás más humano. Tomine, por su parte, se mueve entre ambos términos con equilibrio.
El grado cero de la escritura que teorizó Roland Barthes puede encontrar un trasvase en este grado cero de la figuración practicado por Tomine, Clowes y Ware. El destino final de sus obras, acaso, puede ser el mismo que el de aquel tipo de escritura: acabar integradas en el seno de la literatura, gráfica en este caso. El asunto, entonces, estriba en si este tipo de cómic acabará constituyendo unos tebeos de género cero y, en cuanto tales, unos nuevos tebeos de género.
[Cuando la figuración narrativa abandona los géneros con la pretensión de mostrar la verdad subyacente, desnuda, puede sucumbir ella misma también a otro género narrativo. Esto prueba la dificultad de rebasar los límites de los marcos. Abogar por la representación significa adoptar un enfoque, unos códigos, unos elementos sin los cuales no se da la figuración. Cómo representar la desnudez sin ropajes.]
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