Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

lunes, 24 de noviembre de 2025

Elogio del artista adolescente


La imagen con que se inicia esta entrada corresponde al 19 de abril de 2014, casi treinta y dos años después de que el PSOE de Felipe González ganara las elecciones generales en octubre de 1982. Y es que el nuevo cómic de Ángel de la Calle: La caja de Pandora. Vivir y morir en los tiempos de la Transición trata precisamente de lo que el subtítulo indica. 

El punto de vista adoptado es el del propio De la Calle, coetáneo mío, por cierto. La muerte del autócrata general nos pilló en plena adolescencia, en un mundo en el que los jóvenes politizados de izquierdas no conocían a ningún afiliado o simpatizante del PSOE y en el que pertenecer a la UJCE era considerado revisionista por esos mismos jóvenes. 

Pero no se trata de la mera reconstrucción de una época, aunque también. El presente actual y el pasado se combinan en un  ajuste de cuentas que Ángel de la Calle emprende consigo mismo, con la gente de su generación y en última instancia con el devenir del país entero (España) desde hace cincuenta años. 

  

El recurso narrativo empleado por De la Calle es el de la autoficción. Así, cómic, poesía y política se entrelazan en un relato que, tal y como lo hemos vivido. desemboca en el famoso desencanto, término popularizado por la película El Desencanto (que tuve el gusto de ver por vez primera en su estreno en cine) y que está presente en el libro. 


No es que la narración no sea lineal (los saltos en el tiempo son constantes), sino que además se encuentra entreverada con otras circunstancias que dan consistencia al relato. No desvelaré estas otras tramas para no entorpecer su descubrimiento. 

Una lectura gratificante, en definitiva, esta de La caja de Pandora. Tal y como el propio autor sugiere, forma trilogía con las otras dos grandes novelas gráficas suyas: Modotti y Pinturas de guerra


lunes, 17 de noviembre de 2025

El adanismo de Javier de Isusi

 

Javier de Isusi lo ha vuelto a hacer. Nos ha atrapado de nuevo con un cómic tan amable como suelen serlo las mejores producciones del autor nacido en Bilbao. Aunque de momento solo podemos acceder al primer volumen del díptico El año en que fuimos reyes, la lectura y contemplación de este libro nos ha retrotraído a la tetralogía agrupada con el título Los viajes de Juan sin Tierra. Es aún pronto para hacer una valoración completa de una obra de la que solo conocemos la primera parte, pero aun así las sugerencias de su perdurabilidad no son pocas. 


No es oportuno, ni siquiera necesario, disociar en un cómic las imágenes del discurso, pero a efectos analíticos, y máxime cuando la obra está aún incompleta, resulta factible. La parte plástica del tebeo es desde luego tan eficaz narrativamente hablando como sugerente y emotiva. Podemos decir que nos hallamos ante un cómic hermoso, Isusi nunca defrauda. Las imágenes del baile de disfraces, pero también otras muchas de El año en que fuimos reyes sobrecogen. Es lo mismo que puede decirse de las representaciones de Babilô, esa ciudad reconociblemente imaginaria (como todas las representaciones, al cabo, de este cómic), las cuales nos introducen en los secretos del esquinismo y de la parte discursiva de la obra. 


El adanismo ―por decirlo de algún modo― caracteriza el discurso de El año en que fuimos reyes. Javier de Isusi crea un lenguaje específico que amuebla el significado de este cómic, aunque no lo crea de la nada, porque eso es imposible. Así, por ejemplo, el esquinismo lo adopta a partir del relato de Laia Jufresa titulado "El esquinista". Otros términos como 'escandalismo', 'atrevilismo' o 'contencionismo', visibles en el texto, remiten fácilmente a sus orígenes lingüísticos. El nombre de la ciudad: Babilô... Lo importante es que De Isusi crea un universo singular, por más que reconocible por el lector. (Qué decir, en fin, de la experiencia implícita en el primer curso universitario en una facultad no elegida por sus "salidas profesionales", que es el caso de los cuatro principales protagonistas de la historieta, o del anhelo de la revolución, no del todo limitado a los jóvenes). 

Es esta parte discursiva la que nos obliga a esperar el desenlace de la historia. No obstante, de antemano podemos decir que promete.