Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

domingo, 21 de enero de 2018

Cien años después (2): Yo quiero un tebeo

1917 no fue solo el año de la revolución bolchevique o el año de la revolución -en otro orden- que supuso la exposición del urinario La Fuente en el Salón de los Independientes de Nueva York. 1917 fue también el año de la aparición de la revista TBO en los quioscos de prensa españoles.

Como cabía esperar, la efemérides tuvo una recepción destacada en el mundo de los tebeófilos, compuesto por aficionados, coleccionistas, editores, comentaristas, críticos...

Se entiende perfectamente la importancia concedida a este centenario. TBO no fue la primera revista infantil o juvenil publicada en España. Sin embargo, por una curiosa sinécdoque, a lo lago del siglo XX la palabra tebeo, usada como nombre común, acabó designando cualquier ejemplar de cualquiera de las muchas revistas de historietas que abundaron en nuestro país. No leíamos comics, y menos aún cuadritos, bedés o fumetti, sino tebeos. (En alguna ocasión he leído u oído que en Cataluña ocurrió lo mismo respecto a la revista En Patufet: llegir un patufet = leer un tebeo.) La sinécdoque evolucionó hasta ser aplicada para designar no ya solo un cuaderno de historietas, sino también la historieta misma entendida como medio. El fenómeno se produjo cuando algunos teóricos, comentadores y críticos empezaron a usar tebeo, historieta y cómic como términos sinónimos (al hablar indistintamente, por ejemplo, del lenguaje de la historieta, el lenguaje del cómic o el del tebeo).

Además de esta circunstancia lingüística, a la hora de valorar la importancia de TBO se encuentra el número de variables (o constantes, según se mire) históricas, políticas, biográficas, sociales, etc., que incidieron en TBO y condicionaron sus años de publicación. De 1917 a 1983, salvo un paréntesis comprensible -la maldita guerra- entre el 38 y el 41, la revista original, con sus correspondientes modificaciones y etapas, se mantuvo en los quioscos. Posteriores vicisitudes editoriales prolongaron la existencia de TBO en los anaqueles no solo entre 1986 y 1998, sino prácticamente, de una forma u otra, hasta nuestros días. Solo Pulgarcito (1921-1987), otra gran cabecera de tebeo "para todos los públicos" de la época, compite con TBO en cuanto a su dilatada existencia en activo. Ambas revistas se encontraban sujetas al mismo vaivén de las circunstancias, aunque cada una con sus particulares maneras y estilos de afrontar el presente. Aun así, no leíamos pulgarcitos, sino Pulgarcito, que era el nombre de un tebeo.

De entre los homenajes producidos (publicados) aquí en 2017 con motivo del centenario de TBO, dejo  ahora constancia de dos. El primero, 100 años de TBO, es un lujoso libro exquisitamente ilustrado, escrito por Antoni Guiral y realizado con la colaboración de Lluís Giralt. Tiene un subtítulo bien significativo: La revista que dio nombre a los tebeos.

El segundo es Yo quiero un tebeo. Homenaje a una publicación centenaria 1917-2017. Se trata de un volumen colectivo, coordinado por Manuel Barrero. Plasma en papel los artículos del número que la revista electrónica Tebeosfera dedicó al asunto (nº 2, tercera época, ver aquí).

 


Poco puedo yo añadir ante la precisión de ambas publicaciones, rigurosamente documentadas. El acopio de datos es mayor en el libro de Antoni Guiralt, orientado sobre todo a la información histórica y así cabalmente ordenado. Espectaculares me parecen -por su calidad, su oportunidad y su pluralidad- las ilustraciones que enriquecen el texto (se diría que esta edición es sensible al horror vacui reconocible en las páginas de TBO, aunque con menor abigarramiento en el libro). Al cabo, 100 años de TBO es una obra que me lleva a recordar el origen del término teoría, equivalente a contemplación. Es una obra contemplativa, en sentido pleno. Enseña, ilustra y proporciona goce, no solo visual.

En Yo quiero un tebeo predomina un poco más en mi opinión la hermenéutica, la vis interpretativa de los autores de los respectivos capítulos del volumen, si bien no se me escapa que esta opinión puede estar motivada precisamente por eso, por la diversidad de autores que componen la obra, cada uno con su bagaje particular. No obstante, salvando las naturales diferencias entre tales comentaristas, hay una homogeneidad en el enfoque desde el que se consideran los temas tratados. Es un enfoque que surge de la constatación objetiva del país y la época en que se dio la revista TBO, una constatación realizada con un aparato crítico totalmente actual. Conforme al espíritu y a la letra del proyecto Tebeosfera, el registro de datos fehacientes es la fuente principal que alimenta los papers de Yo quiero un tebeo.

Este cuidado exquisito en la observación y el registro de información verificable es común al libro de Guiral y al de Tebeosfera. Hasta el punto de que Guiral bien podría haber tenido un espacio propio en Yo quiero un tebeo, y al contrario. De un modo u otro, la historia de la España del siglo XX trasparece, se cuela entre las líneas y los espacios en blanco de 100 años de TBO, igual que en los de Yo quiero un tebeo. Es lo que sucede con todos los tratados de "Historia de...". En este contexto, adquiere significado el hecho de que a partir especialmente de su segunda etapa, iniciada en 1941 y hasta su final, la revista TBO sintonizó de un modo tal con la realidad del país, que hizo suyo el inmovilismo característico de la España franquista, gobernada por aquel régimen investido de un Movimiento inmóvil.

Llámenle sintonía con el régimen, llámenle contemporización. No pensaba entrar en el comentario de los artículos que componen Yo quiero un tebeo, por no eternizar este post. Pero hay uno de referencia inevitable según lo que vamos diciendo: "TBO, ¿Bajo Franco o con Franco?", escrito por Vicente Sanchís.

En cualquier caso, si hubo sintonía, bien que pragmática, fue de la parte de arriba, de la dirección (Albert Viña) de la revista. Respecto a los que hicieron posible la presencia de TBO en los quioscos, los trabajadores, los dibujantes en especial, supongo que hubo contemporización. Sería una ignominia suponer otra cosa, dadas sus circunstancias (biográficas, contractuales, laborales). Leyendo las referencias a unos u otros dibujantes que aparecen en estos homenajes a TBO, no deja de aparecer la expresión "era un hombre bueno". No había más remedio que contemporizar. Cada uno haciendo aquello que mejor sabía o podía. El invierno del dibujante (Paco Roca). Clásicos en Jauja (Pedro Porcel). El artefacto perverso (Hernández Cava-Del Barrio).


Cien años después... ¿qué tenemos? Ocasión de celebrar, registrar, interpretar, homenajear, dejar constancia.

Quizás veinte años no es nada, pero cien sí. Los tiempos han cambiado y con ellos los que los habitan y amueblan. Hoy en día, la caída del predominio del papel como soporte y vehículo de la cultura popular, asequible, a través de la prensa: prensa generalista, prensa gráfica (otra cosa era la prensa especializada, menos popular), se ha llevado por delante la existencia de los tebeos como cuadernos o revistas de hitorietas disponibles en los quioscos (los mismos quioscos son cada vez menos de prensa). O tempora, o mores. Los dispositivos y cachivaches electrónicos se han apoderado del tiempo presente.

Como efecto y como causa a la vez de este cambio en las costumbres, el entretenimiento infantil y juvenil ya no pasa por los tebeos. Es más, ¿mataría hoy las horas de su infancia un niño como Hergé dibujando? ¿O lo haría con videojuegos?

Pero (hoy parece que voy de frases hechas, están para la ocasión), si bien la vida es breve, el arte en cambio es largo. Los tebeos de quiosco han desaparecido, pero permanece el tebeo. El cómic. El arte de la historieta. Y lo cierto es que gracias a aquellos tebeos existen hoy las novelas gráficas y todas los libros de cómic que abundan en las librerías, especializadas y generalistas, físicas y virtuales. El cómic o tebeo como medio tiene mucha vida por delante, con diferentes soportes. Como cualquier otro arte. (Incluido el cine. Ya no se usará el celuloide, pero aún se les llama películas (films) -otra sinécdoque- a las concatenaciones de imágenes en movimiento según el lenguaje cinematográfico.)

Cien años después... la revista TBO crece entre nosotros gracias a publicaciones como 100 años de TBO y Yo quiero un tebeo.


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